Puro placer

Un ligero cosquilleo comenzó a despertarme.
 

Comenzaba el amanecer, y un destello de luz se reflejo en mi rostro.
Al mismo tiempo sentía tus labios humedeciendo mi cuello, y tus dedos se encontraban deslizándose por mis caderas.

Me enredaste entre tus brazos, al son te escuchaba susurrandome al oido tu deseo de penetrar mis entrañas.

No podía negarme, te convertiste en una necesidad, y enseguida comenzó la escena.
Las sábanas cayeron al suelo, y ambos cuerpos quedaron reflejados en el espejo, iluminado por un destello mientras el resto de la habitación permanecía a oscuras.
En segundos llegue al cielo, podía sentir tu acelerado respirar.

Probe el mar de tus labios, me observé en tus empañados ojos, eramos el uno para el otro.

Sentados al borde de la cama, el tiempo se detuvo, las agujas del reloj se detuvieron.

Mi cuerpo aspiraba tu sexo, y mis piernas confesaban la humedad.
Desobedecí a la razón, y mi corazon se dejó llevar.

Entre gemidos y gemidos, se cerraron las alas y descendí al infierno del placer, tu boca se convirtió en las mejores llamas, y tus caricias en cadenas.

Me rompiste todo menos el corazón, te convertiste en tentación.

Se mezclaron las sensaciones entre el calor que nuestros cuerpos empapados desprendía.
Observando el amanecer, abrazaste mi pecho, abrí los ojos y desperté.

Tu no estabas. Mis latidos gritaban por ti, pero ya era demasiado tarde.